El papá de Pepito lo llama y le dice:
“Pepito, por favor podrías ir a la tienda y comprarme unos billetes de lotería.”
“Está bien, papá,” responde Pepito, y se apresura a la tienda.
Al entrar, se acerca al encargado del lugar y le dice:
“Buenas tardes, señor, ¿me da unos billetes de lotería por favor?”
“Lo siento niño, no puedo venderte nada, eres muy pequeño para comprar billetes de lotería.”
“Pero yo soy grande,” responde Pepito.
“¿Con que eres grande? A ver, dime cuántos hijos tienes, ¿Qué edad tienes, enséñame tu tarjeta de crédito, dónde está tu esposa?”
Pepito se queda callado ante todas las preguntas y decide irse a su casa.
“Papá, papá.”
“¿Qué sucede Pepito?”
“El señor de la tienda dice que soy muy pequeño como para que me venda unos billetes de lotería.”
“¿En serio? A ver, cuéntame qué pasó exactamente.”
“Llegué a la tienda y le pedí unos billetes de lotería, y me dijo que no me los vendería porque soy muy pequeño. Entonces yo le dije que era grande y él me empezó a hacer muchas preguntas.”
Pepito le contó a su padre todas las preguntas que le hizo el encargado de la tienda y este le dijo:
“Pepito, quiero que regreses con mucha seguridad a la tienda y le digas que tienes dos hijas, que tu edad es de 25 años, que tu tarjeta de crédito se fue por el excusado y que tu esposa se fue de viaje. ¿Entendiste?”
“Claro que sí, papá,” y Pepito regresa a la tienda.
Pero al poco tiempo, está de regreso en casa con las manos vacías.
“Pepito, ¿Dónde están mis billetes de lotería? ¿Qué fue lo que le dijiste al encargado de la tienda?”
“Pues lo que me dijiste que dijera: que tengo dos años, 25 hijas, mi esposa se fue por el excusado y mi tarjeta se fue de viaje.”
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