Llega Jaimito con su mamá y le dice:
—Mamá, me duele mucho el pie… creo que lo tengo hinchado.
La mamá, preocupada, lo lleva al hospital y se van directo a emergencias.
—Buenas tardes, queremos ver al doctor. A mi hijo le duele mucho el pie.

Después de unos minutos, la secretaria los llama:
—Ya pueden pasar a consultar.
Entra Jaimito con su mamá, y el doctor empieza a hacerle preguntas, pero Jaimito no dice ni una palabra.
—Mire, señora —dice el doctor—, ¿le parece si sale un momento? Tal vez Jaimito se sienta más cómodo hablando a solas.
La mamá, algo cansada de estar ahí, acepta y se va a la sala de espera.
—Muy bien, Jaimito —dice el doctor—, ahora sí, dime qué fue lo que pasó con tu pie.
Jaimito suspira y empieza a contar:
—Pues verá, doctor, el fin de semana mis papás se fueron de viaje y me dejaron en casa de Pepito. Dormí en la sala, todo tranquilo, hasta que la hermana de Pepito se me acercó y me dijo: “Hola, Jaimito, ¿necesitas algo?”
Yo le dije que no, que todo bien.
—Ajá… ¿Y eso qué tiene que ver con tu pie? —pregunta el doctor.
—Espere, doctor, que la historia se pone buena.
—Media hora después volvió, esta vez en pijama, y otra vez me preguntó si necesitaba algo. Yo le dije que no. Luego, dos horas después, volvió una vez más… pero esta vez sin pijama. Me volvió a preguntar si necesitaba algo.
Yo, nervioso, le dije: “No, no, estoy bien, gracias.”
Y se fue.
El doctor, ya impaciente, le pregunta:
—¡Pero por favor, Jaimito! ¿¡Qué tiene que ver eso con tu pie!?
—Es que, doctor, cuando regresé a mi casa, de repente entendí lo que realmente quería decir la hermana de Pepito…
¡Y me dio tanto coraje no haberlo captado en el momento que le pegué una patada a la pared!