El desfile, los dulces y los círculos mágicos
El martes por la mañana, Jaimito convenció a Pepito de escaparse de la escuela para ir a ver un desfile de trajes de baño en un centro comercial. Según Jaimito, sería una experiencia educativa… de apreciación estética.
Mientras paseaban por el lugar, vieron una dulcería y, como no llevaban dinero, se les ocurrió tomar algunos dulces “prestados sin permiso”. Pero al salir corriendo, un policía los atrapó con las manos en la masa —o mejor dicho, en los caramelos— y los llevó ante un juez de menores.

El juez, al revisar sus expedientes limpios, les dijo:
—Muchachos, esta vez me voy a apiadar de ustedes. Pero quiero que entiendan algo: hoy son dulces… mañana podrían ser cosas peores. No quiero verlos terminar en prisión con gente muy, muy ruda. Así que su castigo será hacer labor social: deben convencer a sus amigos de que robar o usar drogas no es el camino. Los veo en una semana.
Pasaron los días, y llegó el momento del reporte.
Primero entró Pepito.
—¿Y bien, Pepito? —preguntó el juez—. ¿Qué lograste?
—Convencí a dos compañeros de no usar drogas, señor juez. Les mostré dos círculos en una hoja: uno grande y uno pequeño. Les dije que el grande es el cerebro antes de usar drogas y el pequeño es cómo queda después.
El juez sonrió satisfecho.
—Excelente trabajo, Pepito. Muy creativo.
Luego entró Jaimito.
—¿Y tú, Jaimito? ¿Qué hiciste?
—Bueno, su señoría, yo convencí a 315 compañeros, 12 policías, 8 maestros, 4 políticos, 2 padres… ¡y hasta a una monja!
El juez, asombrado, preguntó:
—¿¡Cómo hiciste para convencer a tanta gente!?
—Usé el mismo método de los círculos.
—¿Dos círculos? ¿Y qué les dijiste?
—Simple. Les dije: “Miren este círculo pequeño… así es su trasero antes de entrar a prisión. Y este otro, más grande… así podría quedar si no cambian de camino”.
El juez se quedó en silencio unos segundos, parpadeó… y murmuró:
—Lección aprendida, Jaimito… y lección bien enseñada.