Tenia la boca tan grande, tan grande, que para hacer gárgaras necesitaba dos litros de agua.
Tenía los pies tan pequeños, tan pequeños que jugaba al fútbol con una canica.
Era un chiste tan malo, tan malo, tan malo que le pegaba a los chistes pequeños.
Un hombre tan flaco, tan flaco que se acostaba en una aguja y se tapaba con el hilo.
Era tan calvo, tan calvo, que se cayó de espaldas y se golpeo en la frente.
Era una vaca tan flaca, pero tan flaca que en lugar de dar leche daba lástima.
Era tan simple, tan simple que ponía azúcar en la almohada para tener dulces sueños.
Era tan bajito, tan bajito que para bajar de la acera saltaba en paracaídas.
Era tan calvo, pero tan calvo que no tenía ni un pelo de tonto.
Era tan lento, tan lento que corrió una carrera él solo y llego de último.
Era tan tonto, tan tonto que vendió el televisor para comprarse un vídeo.
Era tan pequeñita, tan pequeñita que no le cabía la menor duda.
Era tan gordo, tan gordo que cuando se caía de la cama se caía por los dos lados.
Era tan alto, tan alto que tropezó el jueves y se cayó el domingo.
Era tan pobre, tan pobre que solo era “po”.
Tenía el pelo tan largo, tan largo que cuando estornudaba se daba latigazos.
Era tan flaca, tan flaca que se comió un plato de garbanzos y parecía un rosario.
Era tan pequeño, tan pequeño que se ahogó en la sopa.
Era tan lento, tan lento que quería cazar caracoles y se le escapaban de las manos.
Era tan malo, tan malo que se daba miedo a sí mismo.
Era tan débil, tan débil que si parpadeaba se caía para atrás.
Era un hombre tan honrado, tan honrado que se encontró un trabajo y lo devolvió.
Era tan delgado, tan delgado que trabajaba limpiando macarrones por dentro.
Era un pueblo tan pobre, tan pobre que el arco iris salía en blanco y negro.
Era un verano tan caluroso que las gallinas ponían los huevos fritos.
Era tan gordo, tan gordo que si viajaba en avión le hacían descuento de grupo.
Era un niño tan feo, tan feo que cuando jugaba al escondite nadie lo buscaba.
Era tan vago, tan vago que de no moverse hecho raíces.
Era tan feo, tan feo que se ganaba la vida asustando niños.
Era un verano tan seco, tan seco que las vacas daban leche en polvo.
Era tan alto, tan alto que cuando miraba abajo le daba vértigo.
Era un cartero tan lento, tan lento… que cuando entregaba las cartas, ya eran documentos históricos.
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