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Don Juan tenía un TORO REPRODUCTOR, el mejor toro de la región, ese toro era su único patrimonio.
Los ganaderos locales descubrieron que el toro era el mejor reproductor de la zona, comenzaron a ALQUILARLO para cruzar sus vacas, comprobando que de ese cruce, salían los mejores terneros y el toro se convirtió en la única y principal fuente de ingresos del campesino.
Además el TORO era rendidor y rápido, no perdonaba a ninguna vaca que le pasara cerca, y parecía que nunca se cansaría de engendrar.
Un día, los ganaderos se reunieron y decidieron comprar el toro para no depender más de don Juan.
Un representante fue y le dijo:
–Ponle precio a tu toro, que te lo vamos a comprar.
El campesino, que no quería perder su fuente de ingresos, pidió una cifra muy alta para que fuera rechazada.
Los ganaderos se quejaron al Alcalde por el precio del animal, y este, sensibilizado con el problema, compró el toro con fondos municipales, registrándolo como PATRIMONIO MUNICIPAL y poniéndolo al servicio de toda la comunidad.
El día de la inauguración de los servicios, los ganaderos trajeron sus vacas para que el toro las preñara.
Le pusieron la primera, y nada.
–Debe ser la vaca – dijo uno – es muy flaca.
Le trajeron una gran campeona Holandesa, el toro la olfateó, y ¡¡nada!!
Le pasaron el rodeo entero, pero ¡El toro ni se inmutó!
El Alcalde, furioso, llamó al exdueño y lo increpó a solucionar el problema…
Se había gastado el dinero de los contribuyentes y no quería pensar que todo fuera una estafa más.
Don Juan se acercó al toro y le habló al oído:
– ¿Qué hacés hermano Toro?¿No quieres trabajar más?
El Toro lo miró largamente… Y con mucha pereza le respondió:
¿PERO CÓMO QUIERES QUE TRABAJE? NO VES QUE AHORA SOY FUNCIONARIO PÚBLICO.