Chistes Geniales buenos, largos de abuelos
Chiste de la abuela y su hada madrina …
Una anciana de 72 años mientras estaba sentada en una mecedora, al tiempo que acarició un gordo y un bonito gato, se presenta su hada madrina y le dice:
– He decidido concederte tres deseos, ¿hay algo que tu corazón todavía anhela?
La anciana estaba encantada, y después de unos momentos, casi en voz baja, pronunció su primer deseo:
– Quiero ser una mujer rica – pide.
Al instante, su mecánica se convirtió en oro sólido.
La anciana estaba aturdida. Su viejo gato fiel, salmón de su regazo y corrió al borde del porche, temblando de miedo.
La anciana dijo:
“¡Oh, gracias, Hada Madrina!”
– Cual es tu segundo deseo:
– Quiero ser otra vez que bella señorita que fui.
Al instante, su deseo se hizo realidad, y su hermoso rostro juvenil regresó, el vigor y la vitalidad largamente olvidados para recorrer su alma.
Entonces el Hada Madrina dijo:
Tienes un último deseo más, ¿qué vas a desear?
– Quiero que mi gato se convierta en un hermoso y apuesto príncipe azul.
Al instante el gato se convirtió en un joven musculoso de facciones perfectas y ojos azules como el océano se acerca a su “Dueña”, le acaricia la frente y le dice:
– Seguro que ahora te vas a arrepentir de haberme castrado.
Otro chiste más…
Indio saber mucho
Un vaquero encuentra un indio acostado a la orilla del camino con la oreja pegada a tierra. Curioso por esta costumbre india le pregunta qué pasa. El indio le contesta:
– Carreta grande, cuatro ruedas, cuatro caballos, carreta llevar hombre blanco, rifle en brazos, al lado hombre blanco, mujer bonita, pelo largo, mujer llevar niño recién nacido en brazos.
El vaquero sorprendido le comenta:
– ¡Caramba!, yo había escuchado de la habilidad de los indios para detectar si vienen caballos o carretas con solo pegar el oído a tierra pero usted me ha sorprendido, ¿Cómo es que puede dar tantos detalles con solo pegar su oído a tierra?
– Es que, ¡Acaba de pasarme por encima!
Zapatos pequeños
Un señor entra a una zapatería y se le acerca el vendedor:
-Buenas tardes, ¿En qué puedo ayudarle señor?
-Quiero unos zapatos del número 42.
-Verá, señor, no es por llevarle la contraria, pero a simple vista puedo ver que usted calza almenos un 46.
-Eso no me importa, yo quiero un número 42, si no, no compro nada y me voy a otra tienda.
-Está bien (le contesta el vendedor con cara de asombro).
El dependiente le trae unos zapatos del número 42; el hombre se los prueba y le dice:
-Perfecto, me los llevo puestos.
Cuando va de salida del comercio, el vendedor se da cuenta de que el hombre va sufriendo porque los zapatos le aprietan mucho. El vendedor, intrigado de por que compró unos zapatos tan pequeños, se le acerca y le dice:
-Señor, disculpe, pero no me puedo quedar con la intriga, ¿cómo es que compra sus zapatos tan pequeños, si se ve que está sufriendo porque no le quedan bien?
– Mire, le voy a contar mi historia: mi mujer me engaña con un compañero de trabajo; mi hija es de la vida fácil; mi hijo es yonki; mi suegra vive con nosotros y me tira en cara la culpa de todos los problemas familiares… ¡El único placer que tengo en esta vida es llegar a casa y quitarme estos malditos zapatos!