Gilberto, un andaba de viaje en Japón, se compra un par de gafas de última tecnología de punta que permiten ver a la gente sin ropa.
Se las pone y ve pasar a una y a otra.
Todas sin ropa. Estaba encantado.
Se las pone, sin ropa.
Se las quita, vestidas.
Se las pone, sin ropa.
Se las quita, vestidas.
¡Por Dios, qué gafas tan geniales!
Incluso adelanta el viaje de vuelta a casa para enseñarle a su mujer la novedad.
En el avión, se siente enloquecido viendo a las azafatas en pelota picada.
Se las pone, sin ropa.
Se las quita, vestidas.
Se las pone, sin ropa.
Se las quita, vestidas.
Cuando llega a casa, y antes de abrir la puerta, se coloca las supergafas, para ver sin ropa a su mujer Luisa.
Abre la puerta y allí está ella, su querida esposa, con Pedro, su mejor amigo.
En el sofá. ¡Sin ropa!
Se quita las gafas, sin ropa.
Se pone las gafas, sin ropa.
Se las quita… Sin ropa.
Se las vuelve a poner… Sin ropa.
Y no puede evitar un grito desgarrador:
– ¡Maldición! ¡¡¡Nuevas y ya no funcionan! ¡¡¡Chinas tenían que ser!!!!